jueves, octubre 06, 2005

Antología Mayor DOMINGO MORENO JIMENES




Papel presentado por Orlando Alcántara (Cristorly)




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Antología Mayor de la Literatura Dominicana (XIX-XX)

DOMINGO MORENO JIMENES (1894-1986)

Nació en la ciudad de Santiago de los Caballeros el 7 de enero de 1894. Fue Sumo Pontífice del Postumismo. Su vigorosa personalidad ensombrece los intentos poéticos de esos compañeros de ideales, siendo el único poeta postumista que ha realizado una obra de valor permanente. Publica su primer libro en 1916. Sus comienzos revelan un énfasis marcadamente modernista, aunque siempre ajeno al deslumbramiento verbal. En esa época se manifiesta vacilante. Sus inquietudes renovadoras se evidencian en el ensayo de nuevos ritmos que le llegan, entre otros, del colombiano José Asunción Silva. Es con la aparición de Psalmos, en 1921, cuando su estilo abre el cauce a sus posibilidades futuras. A partir de entonces su obra aparece dispersa en una serie de folletos, hoy de difícil adquisición, que distribuye en todo el país, en una especie de apostolado de la nueva poesía. El terruño, los aspectos más simples y primarios de nuestra realidad, y lo que él llama su religión americanista, hacen de él una figura singular con tintes de viejo profeta. Epígono del romanticismo, además de porta‑estandarte de los nuevos tiempos, confluyen en Moreno Jimenes tendencias y actitudes contradictorias; así lo vemos levantarse desde la ramplonería hasta el verso noble y henchido de significado, desde lo rebuscadamente simple hasta lo espontáneamente complejo. Su obra revela un poeta intuitivo, con graves preocupaciones sobre la existencia del hombre. A pesar de la torpeza con que muchas veces maneja el idioma, la sinceridad de sus cantos, en los cuales quedan generalmente transmutados aconteceres de la propia vida del poeta, hacen de éste una figura clave de la nueva poesía dominicana. Eterno trashumante por los caminos de la Patria, la anduvo toda, captando sus esencias y plasmando en su poesía, desde el sentimiento de la maestra rural, hasta la melancolía de los atardeceres en la aldea, pasando por los sentimientos profundos y eternos del hombre. En sus últimos poemas se acerca a Dios con cierto misticismo arrobador. Su obra permite que aparezcan en la poesía dominicana poetas de las dimensiones sociales y humanas de Héctor Incháustegui Cabral, Manuel del Cabral y otros. En enero de 1929 sale en Santo Domingo, bajo su dirección, el primer número de El Día Estético, Revista Indo‑universal de vanguardia, como también rezaba en la portada. Sus redactores fueron Rafael Andrés Brenes y Jesús María Troncoso. Algunas de sus ediciones se realizaron en San Pedro de Macorís y en Santiago. En esta última ciudad el pintor Yoryi Morel creó para ella un dibujo alegórico consistente en un mapa de las Américas alumbrado por un hacho ardiendo, que sería llevado a Puerto Rico por Moreno Jimenes y cedido, en gesto amistoso, para las primeras publicaciones del Movimiento Integracionista, de reciente formación, y que dirigió el poeta Luis Hernández Aquino. Parece ser que la prensa dominicana atribuyó a Moreno Jimenes la creación del Integracionismo. Hernández Aquino se apresuró a desmentirlo, dando cuenta de ello posteriormente, además, en su libro Nuestra aventura literaria. Moreno Jimenes mantuvo, aún en su edad provecta, un espíritu de combate que lo hizo estar presente en todos los acontecimientos literarios de significación. Es así como vimos aparecer su nombre entre Los Nuevos, La Poesía Sorprendida, etc. El Gobierno creó para él, en enero de 1950, y tras diligencias de su mecenas y amigo Jesús María Troncoso, el Instituto de la Poesía «Osvaldo Bazil», tal vez único en su género, y que sería regentado por el propio poeta, contando además con una secretaria y un profesor de literatura. Su sede fue la ciudad de San Cristóbal. Lo cierto es que bajo la protección oficial Moreno Jimenes parecía replegado en una inacción que sólo era interrumpida por los pequeños recitales poéticos y las conferencias patrocinadas por el Instituto. Su producción se hizo, también, escasa. En 1953 Flérida de Nolasco recoge en el volumen III de la Colección Pensamiento Dominicano, parte de la obra de Moreno Jimenes, precediéndola de un breve estudio. Más tarde, desde México, el crítico rumano de arte, Horia Tanasescu, ex‑profesor del mencionado Instituto Osvaldo Bazil, escribe un largo ensayo sobre la obra de nuestro poeta, comparándolo con el poeta chino Lao Tse con quien le encuentra afinidades sorprendentes. Moreno Jimenes trató de resucitar en sus últimos años su revista El Día Estético, revitalizándola con voces extraídas de otros grupos y generaciones. Fue condecorado en 1967 por su labor poética que abarcó más de medio siglo. Poemas como «La hija reintegrada», «Su majestad la muerte», «Diario de la aldea», «Canto‑grito», «Burbujas en el vaso de una vida breve» (prosa) ya con influencia de La Poesía Sorprendida, aseguran su permanencia como poeta de primer orden y lo convierten en uno de los más estimulantes puntales de la poesía dominicana contemporánea.

Murió en Santo Domingo el 23 de septiembre de 1986.

Obras publicadas:

Promesa (1916), Vuelos y duelos (1916), Psalmos (1921), Del adonismo al postumismo (1924), Mi vieja se muere (1925), El diario de la aldea (1925), Decrecer (1927), Elizires (1929), Los surcos opuestos (1931) Sésamo (1931), Días sin lumbre (1931), Movimiento postumista interplanetario (1932), Palabras en el tiempo (1932), Moderno apocalipsis (1934), Poema de la hija reintegrada (1934), El caminante sin camino (1935), Embiste de razas (1936), Una nueva cosmogonía americana (1936), América‑mundo (1937), Sentir es la norma (1939), Fogatas sobre el signo (1940), Índice de una vida (1941), Advenimiento (1941), La religión de América (1941), Canto al Atlántico (1942), El poemario de la cumbre y el mar (1942), Evangelio americano (1942), Qué sé yo! Estambres! (1942), Antología mínima (1943), Infinitestética (Triálogos, 1943), Exalté el ideal y sufrí ante la vida (1944), Los milenios del tercer mundo (1945), Palabras en el agua (1945), Emocionadamente (1946), Tres pasos en la sombra (1946), Siete vías poéticas (1947), Burbujas en el vaso de una vida breve (1948), Canto a la ceiba de Colón (1959), Santa Berta y otros poemas (1959).

ASPIRACIÓN

Quiero escribir un canto

sin rima ni metro;

sin harmonía, sin hilación, sin nada

de lo que pide a gritos la retórica.

Canto que tuviera

sólo dos alas ágiles,

que me llevaran hasta donde quiere,

con su sed de infinito,

en las noches eternas volar el alma.

Canto que, como un río

sereno, fuera diáfano;

y en su fondo se vieran

como piedras cambiantes, mis ilusiones,

como conchas de nácar, mis pensamientos,

como musgos perpetuos, mis ironías

sobre los arenales de mi esperanza.

Y allí mostrarme todo

como soy en la vida

y seré tras la muerte

cuando la eternidad orle mi gloria

con sus palmas de luz!

LA NIÑA POLA

¿Qué será de la niña Pola,

que estaba en el campo,

que su padre figuraba tonta

y echaba a rodar a los vientos de la alborada

su risa loca?

Crepúsculo y alma,

ingenuidad y gloria;

suspirillos de un pecho que no había tenido

pesares nunca,

inquietud de unos ojos que habían rondado

por la montaña,

tras el arco‑iris que los corpúsculos tornasola...

Sobre blanco rojo,

y sobre rosado, moreno.

Brillo como aquel brillo, yo no he encontrado

ni en el diamante ni en el destello;

castidad parecida

ni en la albahaca ni en el romero,

ni en la petunia, ni en la magnolia, ni en

la paciencia;

(el sol de espaldas, o el sol de hinojos

junto del cerro!...)

‑Es muy tranquilo; pero me lleva catorce años.

(¡Oh, si supieras, cuántos abismos,

cuántos obstáculos,

salvo en la tarde, salvo en el alba,

para tenerte junto a mi sueño!)

¿Que será de la niña Pola

que estaba en el campo,

que su padre figuraba tonta

y echaba a rodar a los vientos de la

alborada su risa loca?...

La sangre aborta, y a las miradas que están

en éxtasis

no les es posible seguir el curso ya desarbolado

de la égloga!...

MAESTRA

Maestra: recuerda el amanecer con su vaca lechera,

su humo de sol,

su organillo de pájaro...

Háblanos del plátano que rezaba a la sombra

y del guineo que amarillaba junto al oreganito;

del maizal que nos confirma que en América

no es exótico ni lo rubio ni lo negro.

¡Maestra, no te muestres tan distraída ante tus

parroquianos hombres!...

Piensa que ser mujer,

y mujer con m minúscula,

es de todas las cosas lo que en verdad te importa.

Trocar los sexos, ¿y con qué objeto,

siendo, como eres, en realidad, de un sentir prolijo

y tierno?

Así: minuciosa, sensible y sumisa

te soñó mi egoísmo,

y te anhelan mis hijos que están en gestación

desde la infancia!

EL POEMA DE LA HIJA REINTEGRADA

Agonía

I

Hija, yo no sé decirte si la muerte es buena

o si la vida es amarga;

sólo te aconsejo que despiertes, adulta de

comprensión más que tu Padre!

II

Hija, ya no habrá oriente ni poniente para tu

porvenir:

una sábana blanca serán tus días,

una sábana blanca será tu pasado

y tu recuerdo una estrella que frente a frente me

iluminará a porvenir!

III

No sé por qué tu agotamiento

me trae una recóndita dicha anegada en lágrimas,

que me hace amainar la pulsación de la tarde.

IV

Tu infancia y tu silencio me parecen hermanos.

V

Hija, hazme tomar la resolución de los otros:

vuelve mi proa añicos

y mi voluntad una piragua;

que nada sea mío desde hoy, que no quiera poseer

nada mañana;

desnudo de bienes y desnudo de virtudes hazme;

sin egoísmo de lealtades y sin egoísmo de pureza;

elementos,

como si fuera en sustanciación un increado!...

VI

Tu vida fue microscópica, pero grande;

el segundo de tu inexistir, eterno!

VII

Hija, ¡cuántas nubes,

cuántos pájaros,

cuántos horizontes insospechados me abre en el

amanecer tu ruta!

VIII

Hija mía, para ti la mañana no será clara ni fresca;

verás envuelta el alba en la noche,

y las cosas de mayor transparencia

tomarán ante tus ojos la actitud de un

largo crepúsculo.

IX

En este mundo donde sólo se premia la

capacidad de fingir mejor,

era justo que llegaras, y después de breves instantes,

ya estuvieras confundida con la cal y con la

mariposa, con el carbón y con la piedra.

X

¡Cómo me alivianas la sombra, al advertir desde

que te dormiste que en mi derredor todo es sombra!

XI

¡Oh, tú, que me enseñaste desde que naciste

a ver la vida con ojo más sabio

y a la humanidad con ojo más triste!

Triste, triste; ¿y no es acaso la suprema alegría

de los seres mudables el ser tristes?

Triste fue la faz de la tierra cuando se desperezó

el primer hombre.

Triste tiene que quedar la tierra cuando se desentuma

en su regazo el último hombre!

XII

¡Oh, tú, que desde que naciste pude decir:

boleta de la tumba!

¡Oh tú, que ya crecida pude decir, por tu desvalidez,

la preferida mía!

XIII

Por ti quise cambiar y que la fortuna me sonriera;

y por ti no cambié

y la fortuna no me sonreirá nunca!

XIV

Hija, cada vez que examino tu vida

me doy cuenta que tú eres como mi vida:

una sombra entre dos crepúsculos!

XV

Iba a decir entre dos agotadoras auroras

y ya ves, reincidí, sin querer, entre dos crepúsculos!

XVI

¿Por qué tan pura, tan casta y tan leve, te debas

parecer al crepúsculo?

XVII

Olvidaba que toda adjetivación es cruel y ruda:

Dios dio desnudo a los hombres el verbo,

y del lenguaje, sólo debe quedar desnudo el verbo!

XVIII

Toda filigrana de síntesis es una profanación,

¿verdad hija mía?

Ya te puedo buscar sin parcializaciones, sin

atributo contingente:

¡serás en mi incompleto nombrar, sencillamente,

el vaho de las cosas!

XIX

No te puedo asir con una palabra,

y no debe extrañarte, recónditamente,

porque tú estás para mí más alta que la región

de las palabras!

XX

Y vuelvo a caer en las comparaciones.

¡Oh, hija, cuán subordinado estoy a la vida!

XXI

Miserable del hombre que osa creer que después

de la sombra la vida es vida!

XXII

De imperfecciones se forman nuestras excelencias

y es toda la existencia del hombre un brazo

tendido hacia el turbio por qué de los enigmas.

XXIII

‑Tiene el pulso demasiado débil,

pero este letargo no es la muerte‑.

Su médico era mi propia almohada de cabecera

y yo quedé perplejo ante su callado sufrimiento y

la miseria de la vida!

XXIV

Si fuera bizco de pensamiento

y tuviera la boca siempre llena de mentidas palabras;

hija, iba a blasfemar por tu dolor... pero, ¡perdona!

XXV

Compran caro el suelo donde colocan a los muertos

y ellos son más dueños de la tierra que los hombres

que comercian con ellos!

XXVI

¡Al través de los milenios, los hombres son

puñados de tierra que se deforman a su antojo!

XXVII

Hija, ya me han avisado que tus pies están fríos.

Hija, resígnate a que lo blanco no sea blanco

y a que lo negro no sea negro.

XXVIII

Hija, cuánto crece el sol sobre la sombra de los tilos,

cómo se agiganta la nada sobre la soledad

de tu aposento,

cómo nace y renace la esperanza por entre

los ámbitos de la vida!

XXIX

‑Tibien la leche terciada con agua,

para si mi chiquitina despierta.

Cuídenmela, hasta que se vuelva esperma como

capullo inmortal el cuidado.

Ella es carne de mi vida, flor de mi pensamiento,

cemento de mi alma.

XXX

(Eres, amada mía,

como la flor del higüero joven,

como el azogue del crepúsculo,

como la diafanidad de la Naturaleza toda!).

XXXI

‑No seas padre; sé hombre,

sencillamente.

¡Gira tu vista a tu derredor

y que tu amor a una abstracta Humanidad,

no te haga olvidar jamás de que eres hombre!

SU MAJESTAD LA MUERTE

Hendido así,

de cara al Cosmos,

lo vemos más cuando se rinde en lo incomprensible;

cuando es halo y no cuerpo,

cuando es luz y no vida.

Pasa como si se perdiera hundiéndose en nosotros;

y lejano y cerca de las cosas,

vuelve y vuelve,

pero no lo vemos,

sino que lo advertimos muy junto

y como desleído en nosotros.

El rayo iba a caer, pero no cayó,

sino que quedó suspendido entre Dios y nosotros.

Ahora vive en el agua;

y en el niño que nos desconoce;

y en la pisada tenue de la brisa;

y en la religiosidad que nos arcana el dolor;

y en la alegría superflua de todo humano triunfo;

y en el goce mentido de la caricia de la tarde;

y en la angustia compasiva de la ansiedad;

y en el instante que se soñó un milenio;

y en el milenio que fue un instante.

Quedó prendido en el cordaje de Dios, como nota

que desnivela el tiempo,

que contrae el mundo hacia el átomo,

y que en un átomo vuelve a recrear el mundo.

¡Tan asequible y tan lejano!

¡Tan perdido y tan nuestro!

Ya no es de su esposa, ni de sus hijos, ni de su madre,

sino mío y de todos...

La muerte tentó a Dios;

y los muertos no tienen estado, no tienen

dimensión ni tienen domicilio.

Los muertos son libres como el aire, y aún más.

Nadie puede huirles; nadie es capaz de aprisionarlos;

se salen de las manos del amor;

miran al bien como un extraño;

el rostro del mal desconocen;

poseen una conciencia tan consciente que llega a los

linderos de la inconsciencia,

y Dios no los alcanza, porque toman su forma

informe y su silencio de sonoridades desoídas.

........

El cadáver estaba caliente hace pocos ratos,

¡pero yo ignoro el tiempo y hasta desconozco

el astro por que he sido influido!

LA FIESTA DEL ÁRBOL (fragmento)

El silencio es más grande que todas las

diatribas humanas;

permite no obstante, que mi voz lo

deshaga con tal de que tú continúes en alto

«por todos los siglos de los siglos»

oh árbol!, cuya tradición de victoria

crece en el horizonte de los más apartados

confines,

de las más remotas civilizaciones,

de los más ignorados pueblos!

Yo sé que la noche tiene sus calmas y sus luces,

pero el ruiseñor también es la luz

y la alondra, siempre es la alondra!

Permite que así como amo a la rosa te ame a ti

que prolongas la vista de los pelícanos hacia las nubes.

Hasta que no pernocté en una selva no supe tu gracia

oh! luna, ni tu fuerza, oh! rayo, ni tu mudez oh! gris.

Duerme el viajero en el bohío del campesino agreste

y ya no es la luz de la mañana ni el beso de la amada

que lo despierta

sino el canto de los pájaros,

y ese olor odorante de la selva virgen

que se desprende en el rumor de fiesta del crepúsculo

matutino

como un inicial resplandor de éxtasis!...

Oh cielo alto!

y más alto y más erguido por coronar la

frente de los árboles...

Sé que la flor dura apenas un día

y tú te prolongas al través de las generaciones

¡oh ceiba de Colón!

en cuyo tronco el grito de mi niñez estalló con júbilo

y más tarde la cólera de mis días viriles fueron

un holocausto

oh tú que recibiste el eterno arrullo de las oceánidas

del Ozama

y los ultrajes de Yanquilandia!

Ahora el polvo y el humo te azotan

y yo sigo en mi esquife de plata que no tiene brújula,

presiento el gesto de las aves

y esquivo el dardo de los insectos!

en tus ramas no hay nidos

ni en tu corteza insignias insignes.

Ojalá nos hubiera tragado la mar

antes que permitir que la más seca de tus hojas

fuera tocada

o la más estéril de tus raíces rota!

Yo sé que comencé a sentir el dolor de la Patria

en la momia de tu corteza caída.

Ya no entran las carabelas al Ozama a traer el olivo

y a los distantes buques que por la rada pasan

ya no podemos saludar con éxito,

ni dejar de sentir un agudo presentimiento

hasta ante la goleta que viene de Jamaica

cargada de cocolos!

Por mucho tiempo el arte de la marinería,

será piratería para nosotros.

Culpa ha sido del viento, que no de la brújula.

Oh árbol, por ti he abandonado el bosque

y la ciudad

y ahora me encuentro en pleno océano que

es como quien dice en pleno infinito;

pero tú me perdonarás porque los sueños no

tienen patria

ni los ideales horizontes...

Desde este recodo de Sabaneta, saludo el

advenimiento del mayo espléndido

y me inclino reverente ante estas aulas compañeras

y ante esta escuela albante

con sus vocecita...

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